miércoles, 24 de noviembre de 2010

Gaucho

(Pintura: Juan Blanes)Gaucho que fue perseguido
En su existir tan aciago
Pues lo tildaron de “vago”
Y de “mal entretenido”.
Fue triste su recorrido
Siempre inmerso en la tristeza
Luchando con entereza
Contra la vil injusticia,
Mas el odio y la codicia
Ultrajaron su grandeza.

Gaucho de gallardo porte
Que fue aliado de la gloria,
Paladín de la victoria
Junto a Güemes en el Norte.
Gaucho fue el que con su aporte
Flameara nuestra bandera
Allende la cordillera
Con el Santo de la Espada
Conmoviendo en la patriada
A Sudamérica entera.

Reclutado en los confines
Para frenar a la indiada
Fue su vida mancillada
En inhóspitos fortines.
Gente ambiciosa con fines
De un poderío que aterra
Lo hizo parte de una guerra
Tan cruenta como indebida.
Una lucha fraticida
Que ensombreciera la tierra.

Gaucho ha sido Santos Vega,
El insigne payador,
Inefable trovador
De pura y total entrega.
El que en fantástica brega
Cantando su vida dio,
Su corazón se apagó
- según cuenta la leyenda -
Cuando en trágica contienda
El diablo lo derrotó.

Gaucho fue aquel “Don Segundo”
El de los “Pagos de Areco”,
De cuya sapiencia el eco
Se arraiga en lo más profundo.
En esa parte del mundo
- selva, río, llano y cerro -
Fue el gaucho son de cencerro
Inmenso como Los Andes,
Prototipo que en Hernández
Inspirara al “Martín Fierro”.

Fusión de razas. La hispana
Mezclada con la aborigen
Dieron al gaucho su origen
Con esencia americana.
Somos un pueblo que hermana
El hoy con el tiempo aquel
Y ha de mantenerse fiel
Al inapelable fallo:
¡La patria se hizo a caballo”
Y el gauçho montado en él!

Imagen del pasao


Un picazo rabicano
calzao de las cuatro patas,
cuya presencia delata
ser un flete soberano.
Montao en él, un paisano
viene silbando y se ve
lucir con gran altivez
en rastra, bastos y pretal,
hecha en oro una inicial
con las letras F.B.

Una madrina tobiana
zarca del lao de montar,
viene del gaucho a la par
cabrestiando muy ufana.
El gran cencerro desgrana
sus sones por el sendero
y el silbo del tropillero
junto a ellos es canción,
que alborota la extensión
con el gritar de los teros.

Pisándole los garrones
a su mama, un potrillito,
ensaya algún galopito
pa´ mostrar sus condiciones;
ya ha de ganar sus galones
cuando llegue a ser mayor,
y si conserva el color
lucirá como ninguno,
porque es tobiano lobuno,
difícil que haya mejor.

Más atrás, como jugando,
viene al tranco la tropilla,
mordizquiando la gramilla
que la hueya está bordeando.
Viene dispacio avanzando
un malacara, un gateao,
un peticito tostao,
un alazán como de oro
y un potro tobiano moro
junto a un tordillo bragao.

Al final, algo atrasao,
vivaracho como gama,
viene un pingo que la fama
se ganó de reservao.
Es un brioso colorao,
cabos negros, linda alzada,
que refleja en su mirada
un ansia de andar caminos,
lo llaman “El Argentino”,
poco nombre, cuasi nada.

Félix Bánez, el paisano
que es dueño de esta zoncera,
allá va y es cual bandera
del agitar de su mano.
Se va perdiendo en el llano
esta imagen del pasao,
y brindándole un legao
a este gaucho y su tropilla,
el sol, se parte en astillas
en la plata del chapiao.

Aborigen

(Pintura: Francisco Madero Marenco)(Este verso ganó el 1er premio del
13º Certamen de Poesía Gauchesca edición: 2010)
¡Felicitaciones don Vicente!


Arraigada en vasta historia
con espontánea crudeza,
quedó su racial pureza
de notable trayectoria,
al perpetuar en memoria
aquél cobrizo idealismo
el letal protagonismo
“atropellando” en malón,
a pregonar la razón
pionera del nativismo.

“Abrió” con lanza certera
de auténtico americano
una brecha desde el llano
a la “albina” cordillera.
Mientras ya en plena frontera
al son de marcial clarín
cruzó junto a San Martín
aquella enseña irredente
flameando hacia todo frente
en aras de patrio fin.

“Apadrinó” en rastrilladas
a los ecos “malheridos”
con vientos “enardecidos”
tras gélidas madrugadas,
cuando al trasladar mentadas
tropillas de un solo pelo,
le iba “relinchando” al cielo
sensaciones transmitidas
por anécdotas vividas
con calificado “vuelo”.

Con actitud patriarcal
en libertaria moharra,
dio “rienda suelta” a bizarra
rebeldía natural.
Oponiendo a esa fatal
invasión usurpadora,
“tropeles” de arrolladora
astucia natal, errante
más la convicción constante
retemplada en cada aurora.

Sobre terrenal pellejo
con inclaudicable ardor
a “cántaros” el sudor
“derramaba” en tiempo añejo
como indeleble reflejo
de aborigen, fiel estampa
para dejar en La Pampa
a “percheronas” crueldades,
“cabresteando” ante verdades
si alguna ocasión acampa.

martes, 23 de noviembre de 2010

De qué dolor te quejás

(Foto: Daniela Espinosa)
De qué dolor te quejás,
qué culpas le echás a Dios
si en cuanto mires p'atrás
el sufrimiento verás
de otros que andan pior que vos.

Pa'el más cruel padecimiento
basta con la desición:
soltá las penas al viento
y alumbrá tu pensamiento
con una nueva ilusión.

Hacé como que has largao
la esperanza por delante
y pá otro pago has rumbiao
dispuesto a seguir montao
hasta que el pingo te aguante.

Levanta en silencio el vuelo
el pájaro perseguido
y en otro árbol y otro cielo
con su pacencia de agüelo
construye otra vez el nido.

Aprendé d'esos bichitos
la lición y aprovechala;
nada rimedian los gritos,
la suerte es güena con tuitos
sólo el flojo la hace mala.

Suroeste

Patagonia, precordillera, 1918


Un valle, un cerro y una senda larga;
un silencio de muerte,
se abre en ojos de sal el agua amarga
y hay piedra y fuego en el paisaje inerte.

Nada alienta en el tedio del desierto;
de vez en cuando un zorro sigiloso
cruza con paso incierto,
y turba, con un -"¡Huác-co!", su reposo.

Igual que un copo de algodón que sube,
el pájaro que sueña,
al pararse en la altura, se hace nube;
duerme en azul su sueño, la cigüeña!

Ni un silbido interrumpe la agonía
del sol que cae, rojo lampadario,
y su manto de sangre es el sudario
en que se envuelve el estertor del día.

Llegó la noche; todo es una alfombra
ancha y oscura; quieta, desolada.
¡Ni estrellas hay para cortar la sombra!
¡Silencio, muerte, nada sobre nada!
.........................................

De pronto un grito, un llanto, un gran lamento
nace del suelo, se hunde en la maraña,
trepa en las alas cálidas del viento
y se repite en ecos de montaña...

¡Es un indio que canta!... Es un gimiente
aullido inmenso que imponente pasa.
Canta un indio, y se siente
que es un sollozo el canto de su raza!

Campaña

(Pintura: Rodolfo Ramos)
Campaña, magna extensión
con bellezas naturales
de sierras, llanos, pajales
de montes y floración;
ríos y arroyos que son
correntadas de cristal,
lagunas donde hay juncal,
espadañas y totoras
y cisnes y garzas moras
que hablan con el tero real.

Lagunas donde hacen nido
la gallareta, el chajá,
donde zambulle el macá
pecho plateado o bruñido;
más allá el tero aguerrido,
desde una loma advirtiendo,
sobre aviso está poniendo
a los patos y cigüeñas,
como que a gritos y señas
ellos se están entendiendo.

Donde al tender la mirada
parece que al cielo ataja
una cuchilla que baja
a beber en la cañada;
manchones de flor morada
y margaritas en flor,
ponen la nota mayor
abriendo a dirario su broche,
como si en ratos de noche
las cultivara el Señor.

Donde en las grandes praderas
extendidos los ganados
y los inmensos sembrados
ocupan zonas enteras;
donde por las carreteras
se ven tropas enfiladas
y las carretas cargadas
que marchan con precaución,
cuando es toque de oración
el balar de las majadas.

Donde el relincho, el mujido,
y el canto en la soledad,
son como una tempestad
de armonías al oído;
donde es acorde o latido
el cencerro del arriero,
cuando el aguará rastrero
en la media noche cruza,
los pagos de la lechuza,
del avestruz y del tero.

Donde las domas y yerras
tuvieron gran colorido,
donde también se han tendido
líneas de fuego en las guerras;
donde hay variedad de tierras
que guardan mucha riqueza,
donde, entre tanta belleza
que ha puesto allí el Soberano,
toda mi alma de paisano
están en sus encantos presa.

Tormenta

Desde la tarde se vía,
cuasi sin duda ninguna,
que a la dentrada e'la luna
la tormenta se vendría;
por todos laos se alvertía
como a modo e'cerrazón,
uno que otro gaviotón
en busca de aire volaba,
la yeguada relinchaba,
y escurecía la estensión.

Y ansí jué; nos dispertamos
de un trueno al ruido primero
que hizo cortar el nochero
que atao a soga dejamos;
catres y recaos dentramos
en que dormíamos tranquilos,
eran bordonas los hilos
del alambre esa ocasión,
y la noche un pizarrón
escrito con rejucilos!

Y comenzó a descolgarse
el agua que Dios mandaba,
y la piedra desgajaba
al plantío en su hamacarse,
un perro quiso ganarse
a la cocina, asustao,
pero el techo había volao,
y a una acacia preferida
el viento en su arremetida
pa siempre la había tumbao.

Y al otro día se vido
el daño e la tempestá,
más destrozos por acá
y un sauce grande rompido;
y allá, blanquiando, tendido,
por un rayo julminao,
¡a mi tordillo platiao,
que como señas ingratas,
mostraba en las cuatro patas
las listas de lo quemao!
(Foto: Eduardo Amorim)

lunes, 22 de noviembre de 2010

Amanecer


Rompe la aurora en jirones
el cielo, que antes dormía,
y la primera luz del día
peina los sauces llorones;
cruzan los patos silbones
que anuncian ya la postura,
mientras puebla la llanura
algún Caráu con su grito,
que al oído llega enterito
y entra al alma con tristura.

La lejana serranía
se comienza a divisar,
y el sol que quiere asomar
tomará el mando del día;
pasa un chimango de espía
en vuelo como de trazos,
y allá entre el junco a retazos
brilla hermosa la laguna,
¡como si anoche la luna
se hubiera roto a pedazos!

La cuchilla contorneada
de macachines en flor,
muestra ese lazo de amor
que le ató la madrugada;
una nube festoneada
queda con tintes de grana,
que vaporosa y liviana
se va perdiendo en el cielo,
como si fuera un pañuelo
que ha olvidado la mañana.

Continúa seductora
silbando la martineta,
que allá entre el esparto inquieta
se despertó con la aurora;
el sol sube sin demora
todos los campos bañando,
y mientras se va evaporando
de los pastos el rocío,
yo tiro un recuerdo mío
para que siga rodando.




domingo, 21 de noviembre de 2010

Juancito


-"¿Adónde vas, Juancito?"
-" A la escuela, señor."

Y Juancito camina cubierto en su capucha
de bolsa; es pobre y huérfano, tiene color
a tierra su cara delgaducha.
Viste muy malamente, o mejor
dicho, viste, remiendos que le zurce una tía.
Promedia los doce años, la lluvia huracanada
le castiga las piernas; es una lluvia fría
de invierno; hiere la piel; eriza
el cuerpo: la alpargata mojada
hace burbujas, tiembla debajo la camisa
de miedo a llegar tarde; donde halla un trecho
limpio, corre; todo él está empapado
todo, menos el hueco en que lleva apretado
su libro, junto al pecho.

Silba Juancito y anda. -"¿Qué hora es Doña Ruperta?"
pregunta sin pararse.
-"Como las seis, criatura",
le contesta una vieja, que se queda en la puerta
condolida de aquella desventura.

-"¿Me levanta, lechero?"
-"Si fuera al pueblo, vaya,
pero mi rumbo es otro."
Es el vasco Averdúa
que blasfema y se aleja malhumorado: estalla
un trueno
-"¡Cruz Mandinga!".
Y el agua continúa
y la Escuela está lejos.
-"¿Diga, Don, no me lleva?"
-"Si no es de anca, muchacho."
Y Juancito se apura;
aún no ha pasado el bajo y aquel zanjón se anega;
se hace un río profundo de agua oscura.
Allí caen personas y bestias; la corriente
avalancha pluvial, barre con todo
y es terrible la furia del torrente
y en su seno mortal ahoga el lodo.

Juancito sigue.
-"Adiós, don Venteveo.
¿Está bien el árbol? Ni por broma
se baje a picotear: esto es muy feo.
Me dieran a elegir, nazco paloma."

Ya el campo se ha hecho un mar; ya no hay camino
un viento cruel azota los yuyales,
rompe los gajos, baja un remolino
y sube en impetuosas espirales.
Salta un sapito: ríe, le hace gracia
la forma absurda de nadar del sapo.
-"Quién diría, tu suerte es mi desgracia
Dios no piensa en los dos, sapito guapo."

-"¡Date güelta, Juancito!".
Es un resero
que ha dejado su arreo, y vuelve al tranco,
negro de barro su caballo blanco
y aguantando en el poncho al aguacero.
Faltar a clase? Cómo, y sus deberes?
y su promesa de estudiar a aquélla
la más santa entre todas las mujeres
que él contempla de noche en cada estrella?
Qué diría el maestro y qué su santa
si lo vieran tornarse amedrentado?
Debe llegar; para animarse, canta,
pìensa y habla y camina apresurado.
Volverse?
¡Nunca!
Acaso es él culpable
de la lluvia, del frío y la distancia
que hay de la escuela al puesto de la Estancia?
Vaya a saber quién es el responsable!

En un guadal de pegajoso cieno
pierde el calzado.
¡Bah!
Eso no es nada,
tal vez convenga, ganará terreno
yendo a pata pelada.

Pero el cielo está oscuro,
no amanece aquél día despiadado.
¿Se habrá apagado el sol?
Casi seguro,
tanto y tanto llover, se habrá apagado.
Los piesecitos surcan un remanso,
resbalan en el légamo, se espinan
en las zarzas, y bogan sin descanso...
¡Son dos cisnes sangrantes que caminan!
Cruza un cardal, velones encendidos
en luz violeta, y en sus pinchos deja
hilachas rojas, trozos desprendidos
de carne joven y ropita vieja.
Un alambre maldito
se le enrieda en las piernas; lo voltea
y siente ganas de gritar, un grito
de rabia y dolor en la pelea.
¡Se le ha mojado el libro, santo cielo!
¡Su libro con estampas en colores,
vacas pintadas, aves, casas, flores
y las barbas azuladas del abuelo!...
Esto sí que es horrible, la congoja
le sube a la garganta; con ternura
y llanto, en vano componer procura
esa gracia de Dios que se deshoja.
Guarda el libro en el seno; de rodillas
se pone a sollozar.
Si se quedara
muerto, en aquél regazo de gramillas
hasta que la gramilla lo tapara...

Mas es fuerza seguir; los miembros duros
como de palo, las orejas yertas,
cortos los pasos, torpes, inseguros,
llenas de barro sus manitas muertas.
Avanza apenas, llora, pero avanza,
ya no busca reparo, ni se abriga.
-"¡Si pudiera llegar!".
¡Es su esperanza!,
ella lo alienta y la conciencia obliga.
De pronto el vado, turbia correntada
rebasa el lecho, pecha en el ribazo,
retrocede, y arrastra, desatada,
todo lo que halla al paso.

Una angustia de pájaro enjaulado,
de res quebrada, le domina; otea:
agua, neblina, frío y descampado.
Le salta el corazón, gime, tantea
y mira para un lado y otro lado.
Qué hacer, Señor! Lo vencerá el torrente?
Y su promesa? Y al oir su nombre
si otro responde por Juancito: -"Ausente".
Eso no puede ser. ¡Eso no es de hombre!
Hay que pasar nomás. Dios lo decida.
Qué arriesga al vacilar?... Su santa, el culto
a la escuela, su tía, y el insulto.
Es mucho dar por tan poquita vida.
No ser bagre una vez o algo que vuela,
pelusa o nube, tórtola o carancho.
Qué lindo!, un aletazo y a la escuela,
de otro aletazo al rancho!

Se santigua.
Ya está.
Sofoca el miedo
-"Hay que empujarte amargo?
Entra en el río,
vacila, tiembla, se echa atrás.
-"¡No puedo!"
Lo vence el agua y más que el agua, el frío.
Se le envaran los pies, los brazos tiesos,
la boca amoratada; ¡nadie viene!
y ese hielo que le entra hasta los huesos...
Va a extinguirse la fe que le sostiene.
Levanta el rostro, ni siquiera arriba
hallará auxilio? ¿Y por su rostro ruedan
gotas de agua de lágrima y saliva!
¡Son las últimas gotas que el quedan!
No brega más. Con la cabeza baja
de vergüenza y angustia, retrocede.
¿Pero es que puede huir? Tampoco puede,
ahora es la vergüenza quien lo ataja:
el alma se alza cuando el cuerpo cede.

Juancito, y qué dirás? Cierra los ojos
que se ríen de tí. Dónde dejaste
las alpargatas? Dónde, los rastrojos?...
Y reirán otra vez. Si te asustaste
sos otro más entre los tantos flojos.
-"¡Madrectia del alma!"
En su homenaje
va a realizar la singular hazaña.
No expondrá su memoria a tal ultraje:
mamó en su seno leche de coraje,
es hijo suyo, y ella le acompaña.

Ciego de decisión se echa al arroyo,
no siente el frío ni la lluvia; nada
le puede detener, se hunde en el hoyo
y el agua sube, turbulenta, helada,
y el niño avanza sin hallar apoyo.
El turbión le aprisiona la cintura
pierde la bolsa y su boinita rota;
se alza en puntas de pie buscando altura,
ya no parece que camina, flota
entre espumosas lenguas de agua impura.

¡Dentente, corazón, carne sufrida!
¡Si nadie puede verte!
Eres tan chico aún: vuelve y olvida.
Un paso nada más y está la muerte.
Un paso para atrás y está la vida.

De improviso una ráfaga traidora
descuaja un ceibo, bate los jarales,
sacude al niño, le sumerje ahora
y pasa poderosa y silbadora
aplastando espartillos y cardales.
Como a una paja leve, la corriente
arrastra el cuerpo; por instinto lucha,
emerge, se hunde, surge nuevamente
y un gemido de horror que nadie escucha
vibra en el aire lastimeramente...

Luego un tañido de campana viva.
¡Juancito, a clase!... No le llama en vano;
allá en lo más profundo del pantano
se alza un brazo que marcha a la deriva
con su libro de estampas en la mano.

Ocaso

(Pintura: Juan José Mortans)
Voy bajo un cielo ñublao
ni yo sé p'ande;
vengo del tiempo y galopo
pa lo de naide.

Negra, la güella,
pestañea en mi noche
la última estrella.

Por vivir como vive
la flor del aire
al rigresar de un sueño
se me hizo tarde.

Pena dañina
mientras ando, me clava
como una espina.

Por esta mesma senda
cruzaron antes
los que diban cuartiando
cosas tan grandes!

Como a ellos, siento
que hoy sólo me acompaña
la voz del viento.

Alma y pingo diría
que se empeñasen
en olfatiar querencias
de soledades.

Si se me antoja
que dan golpes pa entierros
en la coscoja.

Ni a toriarme los perros
al verme salen
ni hay ventanas que se abran
pa saludarme.

Ricién lo alvierto;
pasa un gaucho y parece
que pasa un muerto.

Rumbos



Tropero del tranco lerdo
qu'entre ceja, pucho y copa,
arriás la yel del ricuerdo
a l'aguada de una boca.

El daño que te anochece
cuando tu intención amaga,
en el boliche, amanece,
y en el camino se apaga.

Ladiá el vicio que t'encrespa
junto al labio del porrón;
en la llama d'esa yesca
se te abrasa el corazón.

Mirá tu sombra, y parate,
dalte a tu vida otro trillo,
tomá la última y andate
si adentro te canta un grillo.

No ves qu'entre pena y canto
nueva ilusión se arrocina
y que nada ciega tanto
como la propia ñeblina.

El trago, es mal compañero
p'andar en la escuridá;
con la caña del pulpero
naide pesca la verdá.

Dende una rama de aruera
un chistido de coruja
te desquincha a lo tapera
y al delito te arrempuja.

Pa despintarte a la ingrata
hacé como que tuviste
buchón, el cinto de plata,
saltó la taba, y perdiste.

La que se jué, ya no es tuya,
tal vez, al mirarla oveja,
pensando en vos, se le juya
el mesmo por quien te deja.

Se enrolla y se desenrolla
el ovillo de tu encono
y en lo hondo de tu alma criolla
grita el gaucho: ¡los perdono!

Tropero de sombras malas
abrile el poncho a la brisa
y verás que se hacen alas
la sombra, el poncho y la risa.

En la horqueta de tu cruz
tropero de cerrazones,
gotea un bicho de luz
sobre un nido con pichones!

La carta

(Dibujo: Arancio)
Sabés Pancho, ando tristón,
dende que se jué mi china
me ha quedao como una espina
clavada en el corazón.

No es que me duela su olvido
¿se jué? güeno, Dios la ampare
p'ande irá si es güey que no are
o no halle su merecido.

Unas se van y otras güelven
y es verdá reconocida
qu'estas cosas de la vida
con callarse se risuelven.

Pero a vos, que sos mi hermano,
mi amigo viejo, no puedo
ni andarle escondiendo el miedo
ni mezquinarle la mano.

Y sabás, que de apurada
la china, la noche aquella,
entre las cacharpas d'ella
dejó una carta olvidada.

Es tuya, y al leerla Pancho,
m'entero que le avisás
qu'en el monte la esperás
pa llevártela a tu rancho.

Ahi te la mando; el secreto
vale un galope a caballo
pero andá a saber, si te hallo,
la imprudencia que cometo.

Qu'esto quede entre los dos:
rompela, pues redepente
se pierde, y sabe la gente
qué clase de amigo sos.

Lluvia de invierno

(Pintura: B. Vacarezza)
Se agacha el cielo de plomo
como p'apretar los cerros
y en la cocina los perros
tiritan hinchando el lomo.
Carraspea el mayordomo
que se dirige al galpón,
y entre las carchas, un pión
que está sobando un ronquido,
da un salto medio dormido
y enderieza pa'l fogón.

El viejo Don Irineo
que ha yerbiao dende temprano,
le ofrece un mate orejano
que ya no entra en su rodeo;
pa sacarse el gusto feo,
el pión, lo chupa i saliva
junto a las brasas estriba
pita, bosteza, y al rato
el lomo arquiao a lo gato
sale mirando p'arriba...

Las nubes, zainas escuras,
le cierran el paso al dìa
y una lluvia lenta y fría
baja dende las alturas.
Por entre las dentaduras
de la sierra, cruza el viento,
peina el pasto amarillento,
trepa luego la cuchilla
y al dirse, en el coronilla
deja colgao un lamento.

Dando el anca a la garúa,
guapiando contra la escarcha,
la hacienda empapada marcha
junto al alambrao de púa.
La lluvizna continúa,
se corta el agua en ramblones,
rebalsan los cañadones,
echan humo los baguales
y gime en los pastizales
el frío de los pichones.

Lo mesmo que pilchas viejas,
grasientas y amontonadas,
rumean quietas y echadas
entre el pajal, las ovejas.
El lechuzón tuito orejas
que está en su guarida atento
se asoma a cada momento
y luego al quedar callao,
parece un fraile parao
en la puerta de un convento.

En el arroyo projundo
de tala y chalchal cubierto,
parece que hablara un muerto
con la voz del otro mundo.
Juego azufrao de un segundo
tras el estruendo revienta
de miedo el tero se asienta
y el hornero embravecido
¡canta el triunfo de su nido
desafiando a la tormenta!

Minas(R.O. del U.), 1930


miércoles, 17 de noviembre de 2010

El cine conversador

Lindo rato el que he pasao,
la otra tarde en un salón,
presenciando una junción
cómodamente sentao.
Había una moza a mi lao,
bien vestida y bien painada,
tenía briyo en la mirada,
las uñas color rosao,
y los rulos del painao
lo mesmo que marejada.

Yo estaba de agua florida,
completamente empapao,
la cabeza había quedao
bien cepillada y pulida,
sentía mi alma atrevida
cuando se hizo escuridá
mas, pa decir la verdá,
dió un sofrenón al amor
el cine conversador
que pa mí era novedá.

Cuando la luz apagaron,
tal como abriendo el salón
salió a bostezar un lión,
que pa tal caso amestraron.
Dispués, cuando el lión sacaron,
se vieron plantas y flores,
una pareja en amores
allá, más lejos la mar.
¡Y hasta se sentía sonar
el chifle de los vapores!...

Balando una novillada,
pasó pa un embarcadero,
yo la grité a lo resero,
pa asustarla a la pasada,
y salió una carcajada
de cien bocas del salón,
quise saber la razón,
por qué reiban de ese modo,
y la moza, con el codo,
me golpiaba el corazón.

Es que estaba la pareja
como abrochada en un beso,
yo dije pa mí: "por eso
la muchacha no me deja".
Comencé a hablarle a la oreja
con tono de regalón,
pero me dió un bofetón
que entuavía lo estoy sintiendo,
y con la quijada ardiendo,
salí al trote del salón...

El ascensor


Los ricos han apilao
las casas en la ciudá,
pa mayor comodidá,
según me han asegurao.
Tanto se han amontonao,
que resulta chico el suelo,
y por eso, sin recelo,
quien puede, forma su estiba
y va rumbeando pa arriba,
pa hacerse patrón del cielo.

En las casas la escalera
resulta cosa olvidada,
la gente viaja enjaulada,
como en una pajarera.
Y dicen que pa cualquiera
eso resulta mejor.
¡Mozo diablo el inventor
de esa jaula con botones,
pa mujeres y varones,
que llaman el ascensor!...

Obediente como un perro,
ande quiera se detiene,
pero, pa que ande, conviene
cerrar la puerta de fierro.
En cuanto suena un cencerro,
se mueve medio ceceoso,
pesadón y perezoso,
él va haciendo su trabajo,
siempre pa arriba y pa abajo,
mesmo que el balde del pozo.

El gaucho más avisao,
como el pueblero ladino,
al viajar, pierden el tino
si a él no se han acostumbrao.
Un tablero numerao
tiene pa la dirección,
pa cada piso, un botón,
que uno sume con el dedo.
¡Y hasta que se llega, el miedo
va aprentando el corazón!

¿Quién diablos lo tironea,
pa que suba y pa que baje,
en esa forma trabaje,
y nunca cansao se vea?
Sea el juerzudo que sea,
ha de estar bien afirmao,
y el lazo que de un costao
cualga engrasao, retorcido,
dejuramente que ha sido
por un criollo trabajao.

Mi ahijadito el regalón


Tengo un ahijao: Rumualdino,
que es criao como en la humedá.
De pura casualidá
yo he resultao su padrino.
Nació en un día barcino
de esos de invierno, llorones,
y por deberle atenciones
al finadito su padre,
tengo aura ahijao y comadre
y nuevas obligaciones.

Antes de hacerlo mi ahijao
me costó unos patacones
pa hacer callar los gritones
de: "ahí va un padrino pelao".
Cuando el cura lo hubo hablao
no se en qué lengua extranjera,
pagué por otra soncera:
pa que con agua limpita
que había en una juentecita
le lavaran la mollera.

Cuando se hizo grandulón,
la madre de Rumualdino
me dijo:-"Siendo el padrino
ya sabe su obligación.
Hay que darle educación
pa que no sea un atrasao,
sobre ese punto he pensao
que hagamos d'el un dotor,
pa que gane al ser mayor
una banca'e diputao".

Yo dije:-"Pa mí es mejor
y aunque se enoje, comadre,
que salga como jué el padre,
un hombre trabajador.
Que sea un criollo agricultor,
que manejando el arao,
sepa en el campo heredao
desparramar la semilla,
pa que después de la trilla
cobre su trabajo honrao.

Pero triunfó la mujer,
y el muchacho regalón
resultó al fin un chambón
que agatas aprendió a leer.
A veces lo suelo ver
y me entristece endeveras,
porque al errar la carrera
me resulta el muchachito,
lo mesmo que un muñequito
escapao de una vidriera.

Habla con voz destemplada,
se hamaca cuando camina.
¡Potrillo de raza fina
que al fin no sirve pa nada!
Lleva melena engomada
que es dura como el cartón
y con la cola'e ratón
que usa como bigotito,
se cree un mozo bonito
mi ahijadito el regalón.


martes, 16 de noviembre de 2010

Mi banquito cebucero

(Pintura: Tito Saubidet)
Tengo en mi rancho, paisano,
como criollo galardón,
un banquito petizón,
regalo de un entrerríano.
A su gala de artesano,
sencillamente valoro;
para mí es un tesoro
porque es hecho aquél asiento:
con esterillas de tiento
sobre caderas de toro.

Dicen que de un cebucero
sacó las caderas Yeco,
de un toro que halló reseco
y lo dejuntió un islero.
Y después del mismo cuero
pa esterillar el asiento,
cortó finito unos tientos
bien derivao para el caso,
y con el resto hizo un lazo
de guitarrear en el viento.

Cuando golpeo temprano
pa amarguear el trasfoguero,
me le siento al cebucero
que es mi banquito entrerriano.
Mientras apreto entre mis mano
el poronguito yerbero,
al calor del trasfoguero
como amargueando conmigo,
tengo presente al amigo
buen entrerriano y campero.

No se porqué fantaseo,
porqué sentimiento fiel,
si no estoy sentao en él
se me hace que ni amargueo.
Hasta más gaucho me veo
con él, junto al trasfoguero,
y si cae un forastero,
ya le hablo del entrerriano,
que me dijo: -"Es suyo hermano,
este banco cebucero".

A mi cocina campera,
cuando al levantarme dentro,
voy derechito al encuentro
de mi asiento de cadera.
Y es tanto que yo quisiera
que cuando ruede al arcano,
encontrar algún paisano,
junto al fogón apagao,
muerto si, pero sentao
en mi banquito entrerriano.

¡Que no cante el payador!


Quien, pulsando una guitarra,
recorra la patria hermosa,
y con la nota armoniosa
brinde su canción bizarra,
si no desata la amarra
con que se afirma un dolor,
si no es para hacer mejor
al público que lo escucha,
si por valer más no lucha:
"que no cante el payador".

Si ha de contrariar su fe,
y acepta paciente el yugo,
que impone con su mendrugo,
el jefe de un comité,
y sin tener un porqué
ha de ensalzar al doctor,
sabiendo que un gran error
comete quien por él vota,
que corte pronto su nota:
"que no cante el payador".

Si entiende por patriotismo,
callar del pueblo las penas,
y no romper las cadenas
que ha forjado el servilismo,
si no es por un idealismo,
que haga triunfar el amor,
si no repudia el rencor
que el hombre hacia el hombre abriga,
que su canto no prosiga:
"que no cante el payador".

Cante para mejorar
del pueblo la condición,
y sepa con su canción
siempre algo bueno enseñar,
muestre por dónde ha de hallar
quien sufre un plano mejor,
y sea un alentador
en la elevada contienda,
para que su canto ofenda:
"que no cante el payador".

Trate de estar a la altura,
que con su gesto, no peca;
y tenga en la biblioteca,
donde afirmar su cultura.
No descienda, si procura
dar a su arte valor;
y sea un demoledor
de las bajas ambiciones.
Por las justas rebeliones
"cante fuerte el payador".

No tenga en la compadrada
el puntal de su coraje,
que cuando el arte rebaje,
su canto no valdrá nada.
Lleve al fin de la jornada
el fruto de su labor,
y cuide del esplendor
de la fama que le cuadre,
siendo borracho y compadre,
"que no cante el payador".

No vaya afirmando un mal,
cantando como adulón,
para agradar al mandón
que le sirva de puntal.
Con la nota musical,
sirva a un ideal superior,
pues, si el Supremo Hacedor
le dotó de inteligencia,
embellezca la existencia
"quien se llame payador".


Me han retratao las achuras


No sé el tiempo en que apestao
andaba sin acomodo.
Pa comer, comía de todo,
sin desperdiciar bocao.
Y siempre como atorao,
con vientos a discreción.
Me ponía rezongón
por la enfermedá maldita,
y andaba con la pancita
como pichón de gorrión.

Me vieron muchos dotores,
muy afamaos y estudiosos
y mil remedios costosos
tomé contra mis dolores.
Los hombres observadores,
que eran pa mí gente amiga,
dijeron: tal vez consiga
curarse pronto el paciente
que tiene seguramente
"diezpiezas" en la barriga.

Y así, entre pellizcones,
masajiando, me estaquiaron,
con atención escucharon
los ruidos de mis rincones.
Hacían revoluciones
las tripas, como enojadas,
y yo seguía a las arcadas,
pa echar juera aquel viento
causante del sufrimiento
y mis rabias empacadas.

Uno dijo: -"No hay que hacer,
las "diezpiezas" hacen ruido,
tiene algo más escondido,
que no se lo puede ver.
No habrá tiempo que perder,
si lo queremos curar.
Naides puede recetar
no siendo sobre seguro,
y pa no andar a lo oscuro
todo eso hay que retratar.

Los rayos, no han de fallar,
y sabremos enseguida
en qué sitio está la herida
que tanto lo hace penar.
Mañana, se va a tomar
tempranito esta ración:
y me dieron un porrón,
y no sé lo que tendría
pero a mí me parecía
agua, tiza y almidón.

Así jué: al otro día
me tragué la mezcolanza,
preparando así la panza
pa aquella fotografía.
Una luz verdonga había
al frente del aparato,
me tuvo el dotor un rato,
después me dijo: ya está,
mañana mesmo saldrá
lo que tiene, en el retrato.

Y güeno: ¿Pa qué contar,
lo que salió en la figura?
Todo era mancha oscura,
que nunca pude aclarar.
En eso tenián que hallar
la causa de mis dolores,
¡bien haiga, con los dotores,
que así curan al tanteo!...
¡La pucha!... que es bicho feo,
el hombre en sus interiores.

Jugando a la refalada


Es tan gaucho mi patrón
que pa mi no hay otro igual;
pal cerro "La Catedral"
me llevó en una ocasión.
Y me causó almiración
ver la montaña nevada,
y aquella gente atareada,
en un extraño trabajo,
pa venirse cuesta abajo
jugando a la refalada.

Hay que saber estribar
dos tablas que forman yunta;
requintadas en la punta,
pa poderse refalar.
Yo me llegué a entusiasmar
con aquella diversión,
cuando me dijo el patrón
que chapaliaba en la nieve:
-"Y métale... si se atreve",
comprendiendo mi intención.

Y a mi destino confiao
salí pidiendo un barato,
ya que yo soy como el gato,
que, cuando cai, cai parao;
de pilchas alivianao,
como pa una cuadrera,
pedí a la gente pueblera
dos tablitas sin bastones,
que pa aquellas diversiones,
son estorbo pa cualquiera.

Me aconsejaba el patrón
con toda su autoridá:
- "No hay que jugarle "Juá-Juá",
amigo, a esa diversión,
si falla su condición
y la tabla se desata,
puede romperse una pata,
y, lo que es todavía pior,
si tropieza el asquiador,
en la bajada se mata.

Yo riyendo de costao,
tomaba el consejo a broma,
y enganchao de una maroma,
subí pal cerro arrastrao.
Allí a lo perro sentao
y doblando las rodillas,
afirmao a las canillas,
maniándome con las manos,
les mostraba a los baquianos
cómo hay que emplear las tablillas.

Y me largué. Ni qué hablar,
que me aturdió el griterío;
lo que pasó ¡Cristo mío!
yo no lo puedo contar.
Al no saber estribar,
las dos tablillas perdí,
como apretao me sentí,
en el pecho y en el anca,
y era una bola blanca,
cuando de lo alto cayí.

La nieve se había pegao,
formando una pieza sola,
y se agrandaba la bola
ande bajaba encerrao.
Cuando se acercó asustao,
pa libertarme el patrón,
me gasté en un estirón,
y pegué un grito a lo criollo,
cuando salí como el pollo
al romper el cascarón.

Pobrecito el umbelisco


Ahí está largo y pelao
bien afirmao en el suelo,
y señalando pal cielo
mesmo que un dedo estirao.
Es igual de cualquier lao
ande lo mire el curioso,
y resulta trabajoso
hallarle la aplicación:
pa mí que jué ese mojón
la gracia de un caprichoso.

Porque dejarlo áhi parao
como la pata de un puente
pa que se raiga la gente
y sin que dé resultao,
demuestra que encaprichao
alguno que jué patrón,
pa que no lo crean chambón,
y vacido de talento
quiso hacer un monumento
y le salió ese mojón.

Yo gubierno, le pondría
en la punta un argollón,
y ansina como estación
de un zepelín serviría.
Por lo güeco bajaría
la gente en un ascensor,
y en los días de calor
muchos llegando a la altura,
gozarían de frescura
y lo pasarían mejor.

Cobrando solo un pesito
por viaje, se habría juntao
la plata que se ha gastao
pa formarlo al pobrecito.
Y así en cada viajecito
dejaría utilidá.
Y no como aura que está
sirviendo para el titeo
por grande, caudrao y feo,
el mojón de la ciudá.

Tiene razón la mozada
de rairse del "umbilisco"
y el pueblo de estar arisco
por su plata mal empleada.
Si aura no sirve pa nada
debería ser reformao,
siendo redondo y delgao
tal vez pa rairnos sirviera,
en una fiesta pueblera
como palo enjabonao.

No hay gaucha como la mía

(Foto: Luis P. Hardoy)
Son el hombre y la mujer,
animalitos de Dios
hechos pa que de los dos
se haga como un solo ser.
Si los añuda el querer,
hay en el rancho alegría,
pero si anda la falsía
deshaciendo la atadura,
dentra a tallar la amargura
y el nido pronto se enfría.

Dende que se hizo pueblera
mi gaucha se ha remozao
y yo ando desesperao
al verla linda y mañera.
Pa ella la plata es soncera,
dentra a las liquidaciones,
y gasta mis patacones
en trapos que no precisa
pa después con su sonrisa
sofrenar mis aflicciones.

Del rancho ya se ha olvidao,
vive en un departamento
ande pa mi descontento,
debo subir enjaulao.
Tiene un fogón enlozao
ande almirao este bruto
vido cómo en un minuto
se formó llama sin brasa
por un vientito que pasa
encerrao entre un cañuto.

La otra noche, cai vencido
cuando me puse a apagarlo,
gasté mi juerza en soplarlo
y el fuego seguía encendido.
Cuando mi prenda me vido,
se burló de mi porfía
y con gran sabiduría
cortó el fuego en un momento,
esto de encender el viento
¡es cosa de brujería!

Se pone los polvos flojos,
suavesitos con un cisne,
y un cepillo con tizne,
le da más brillo a sus ojos.
Para gritar sus enojos
tal vez ninguna le gana,
hasta ayer, jué mi paisana
de pelo oscuro tapao.
En la ciudad ha pelechao
y está tirando alazana.

Yo aflojo sin rezongar,
dejo que haga lo que quiera,
sé que la vida pueblera
muy pronto la va a cansar.
Que mi rancho ha de llenar
otra vez con su alegría
y así como antes lo hacía,
diré pa que oiga cualquiera:
Aunque la cambien de ajuera
no hay gaucha como la mía.

sábado, 13 de noviembre de 2010

Operao de apendicito


No hay peligro ¡Cristo mío!
como el del apendicito.
Llaman así a un pedacito
que sobra en el triperío.
Yo, que a naides me confío
pa hacer calmar mi dolor,
desesperao, al dotor
juí pa que me revisara,
y con la cencia curara
lo q'iba cada vez peor.

Porque no había más que hacer
ni cataplasmas de lino
ni friegas de aceites finos
cortaban mi padecer.
Llevando las de perder
no tuve más que aflojar,
haciéndome revisar
con el dotor, como digo,
que al verme me dijo: -"amigo,
aquí debemos cortar".

Y ya mandó al hospital
el hombre de tanta fama
que me dieron una cama
porque yo estaba muy mal.
Iba a gambetearle al pial,
cuando unos cuantos dotores,
que eran tal vez los mejores
dentraron a conversarme,
y dispuesto a achurarme,
pa hacer calmar mis dolores.

Y la cosa jué sencilla:
como sin hacerme caso,
me dieron un jeringaso
cerca l'última costilla.
No le vide la cuchilla,
pero la panza me abrieron.
Allí el sebo revolvieron
y la tripita encontraron;
en seguida la cortaron
y la herida me cosieron.

Así cualquier gaucho afloja-
pa mis adentros decía-
y pierde en esta porfía
el enfermo, si se enoja.
Quedando sin güelta d'hoja
como gaucho sin mamar,
¡que entre balar y balar,
no ha de quitarse el dolor,
si no se atiende al dotor
cuando manda cabrestear!

La comilona


En una gran comilona
que se realizó hace poco,
en lo de Juan el "loco",
conyugue de ña Petrona;
o sea la gordinflona
como le llama la gente,
caí venao, sonriente,
camperamente empilchao,
porque había sido invitao
por uno de sus parientes.

Alrededor de la mesa
después que cimarroneamos,
a masticar empezamos
sin mucha delicadeza.
Hablándoles con franqueza
lo que me comí diré,
ya que la cuenta llevé
por miedo a una indigestión,
de antipasto: un salchichón
de entradita me mandé.

Después la sopa de arroz
como era de pata o pato,
cortejando el primer plato
me mandé otros veintidos.
A Juan le venía la tos
sólo de verme comer,
mas yo que no suelo hacer
caso a nada, cuando como,
seguí con prudente aplomo,
sólo por condescender.

Al horno varios lechones
nos trajeron de repente,
yo entré a afilarme los dientes
y hacer girar los mirones,
comencé de los garrones
del más pintado lechón,
y le dí terminación
en un rato ¡quién diría!
y eso que hambre no tenía,
le temí a la indigestión.

Me comí dos yunta'e pollos,
cuatro patos de lagunas,
ochocientas aceitunas
y veintiocho panes criollos.
Diez salchichas con repollo,
doce litros de Barbera,
ya tenía dura la pera,
pero le pegué con ganas
a las treintiseis bananas,
que había en una frutera.

Muchos en la atropellada,
quizás por ser muy glotones,
se hartaron con los lechones
cuando la tenían ganada.
Yo les sobré dende entrada
porque, como comensal,
siempre es mi norma habitual
ir dejando un lugarcito,
para el último platito
que es el postre nacional.

Llegué a mi casa temprano...
sentí unos retorcijones,
con todas las precauciones
me mandé una de Pagliano.
Al otro día temprano
livianito amanecí
en las casas me comí
dos peludos sancochaos,
tomé unos verdes, apurao
y a sembrar batata fui.

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Tomado del libro "Fogón de las Tradiciones", (verso enviado por Victorio Mainero y Elba Rougier)

jueves, 11 de noviembre de 2010

Qué rancho quedará vivo...


Del rancho varios se han ido…
Cuando no hay pan ni trabajo,
A veces se deja el gajo
Pa´ armar, donde hay pan, el nido.
Esto es lo que ha sucedido,
Tiempos tristes, campos secos,
Y entre dos horcones chuecos,
Quedó un rancho en el barranco…
Que parece un poncho blanco
Que va arrastrando los flecos…

Todo parten, y en lo hondo
Se halla serio el esquinero
Adonde dejó el hornero
Su humilde mundo redondo.
En la aguada se ve el fondo
Por que nadie va a beber,
Y el rancho al atardecer,
Sangra por el horizonte…
Pero los brazos del monte
No lo dejarán caer.

Quedó el piso desparejo
Que hoy nadie barre ni moja
Y no se oye la coscoja
Del manso overo azulejo.
Ya no se hecha el perro viejo
Al costado de la puerta.
Descansa el tero, que alerta
Fue servicial al momento…
Si hasta el jagüel de sediento
Murió con la boca abierta.

No se oye el silbido agudo
Que hacía dar frente a un bagual,
Y de a poquito el corral
Se empezó a poner barbudo.
Ya no se ve un cuero crudo
Con el hollejo pa´ afuera,
Ya no se ve la mansera
Ni un tropero con su grito…
Y se perdió el caminito
Del rancho hasta la tranquera.

Todo es silencio, aunque luche
El rancho por ser oído,
Más, de que sirve el sonido
Si no hay nadie que lo escuche.
Y aunque se encuentra en el buche
De la boca de la nada,
Quedo una cumbrera arqueada
Con la forma de una cuna…
Debe ser por que la luna
De noche la usó de almohada.

Cuando el destino disponga
Que ya no aguante el pampero,
Y la lluvia en el alero
No se cante una milonga.
Cuando mi rancho se ponga
Tal como el que les describo,
Cuando el mate del estribo
No tenga gusto a regreso…
Tan solo sabrá el progreso…
¡Que rancho… quedará vivo…?

Extraño


El campo tiene sabor a soledades...
Donde el viento corcovea con más fuerza,
Adonde el cañaveral conversa
En el idioma de las intimidades.
Extraño si me voy por las ciudades,
El darle forma a una nube viajera,
El grito agonizante de la tranquera
El silencio del monte que me mira...
El molino que eternamente gira,
Y mi amigo el ovejero que me espera.

Cuando viene a tomar agua la tropilla
Y se moja la boca el cencerro sediento,
Cuando el sulky en el camino polvoriento
Se lleva los cardales de la orilla,
Cuando el ocaso parece una cuchilla
Que deja desangrando al mismo cielo,
Cuando un pájaro detiene el vuelo
Y se posa en la cruz de los caballos...
O cuando hay una riña entre dos gallos
Como infla el pecho el ganador del duelo.

En el campo con nada se paga la calma
Cuando cae la lluvia desde el cielo zarco
Y después se levanta el vapor de un charco
Como si despacio se le fuera el alma....
El campo muestra la curtida palma
Con surcos de victorias y derrotas,
Que son negros tajos con blancas gaviotas
Donde las semillas se volverán flores...
Por algo dejaron nuestros sembradores
Pensamientos sanos... con las manos rotas.

Extraño esa calma, esas madrugadas...
De noches vacías que la luna llena
Baja con la muda y silenciosa pena
A dormirse en los sueños de nuestras miradas.
O cuando en invierno caen esas helada
Y el campo se pone, ante el vendaval,
Un poncho blanco de flecos de cristal
Que se lo deja, hasta que llegue la hora...
En que despierta a trabajar la aurora
Luciendo limpio su amarillo delantal.

Todo eso extraño... por eso cuando llego
Me prendo un pucho, preparo el amargo
Y me voy sin querer al viaje largo
Que te lleva mirando pensativo, el fuego...
Y soy feliz, por que me espera luego
El darle forma a una nube viajera,
El grito agonizante de la tranquera
El silencio del monte que me mira...
El molino que eternamente gira,
Y mi amigo el ovejero que me espera.

Yo soy un payador


Yo soy un payador que va sembrando
Y el día que levante mi cosecha,
Quisiera compartirla con ustedes.
Si ustedes me enseñaron que es la siembra.

Yo soy un payador, la voz del pueblo
La voz de la verdad, de la conciencia…
Dios me ha dado la voz para que cante
No me ha dado la voz para que mienta.

Es mentira que el mundo esta perdido
Yo se que habita en el gente muy buena
No olvidemos la paz que sueña el pueblo
Por dos o tres bastardos que hacen guerras.

Yo soy un payador, así he nacido
Y voy a seguir cantando hasta que muera
En nombre de la tierra de los pobres
Y en nombre de los pobres de la tierra.

Yo me comprometí con esta causa
Ya corre el payador entre mis venas
No puedo permitir que al pueblo lo usen
Ni que alguien hable mal de mi bandera.

Y aquí estoy frente a ustedes compatriotas
Hermanos de la vida y de la huella
Para ser la voz sufrida del que sufre
Y defender todos los sueños del que sueña.

No tengo muchas cosas materiales
No digo que este mal que alguien las tenga
Yo he aprendido a ser feliz teniendo poco
Y con poco me le río a la tristeza

Yo soy un payador, así he nacido
Y voy a seguir cantando hasta que muera
En nombre de la tierra de los pobres
Y en nombre de los pobres de la tierra.

Décimas a don Vicente Espinel



Se despierta el mes de mayo
y sobre un cielo español,
se ha desperezado el sol
con sus refulgentes rayos.
La tierra muestra sus cayos
sobre la morena piel,
y una rosa y un clavel
asoman sobre la fronda:
para contarnos que en Ronda
nació Vicente Espinel.

"¡Bienvenido seas Vicente!"
dice alegre el horizonte,
y los pájaros del monte
quieren besarle la frente.
Canta el agua de la fuente
su música más secreta,
y en el aire se proyecta
con la noticia halagüeña:
que allí en la tierra Rondeña
ha nacido el gran poeta.

Soldado y aventurero,
genio, loco, soñador.
Por su patria y por su honor
habrá de jugarse entero.
Es tomado prisionero
y conducido hasta Argel,
pero no pueden con él,
y junto a Vega y Cervantes,
asoma el áurea brillante
de don Vicente Espinel.

Mira sus manos: Diez dedos...
Una luz asoma leve.
Son diez versos. No se atreve
a darles forma... por miedo.
"¿Por qué no cantarte puedo?",
¡Eres la décima! ¡Vuela!,
¡Hija amada de mi escuela!
Sé que el mundo ha de quererte,
y a tí habrán de conocerte
como décima espinela.

Y así, en un hueco metida
de una guitarra española,
llega cortando las olas
hasta mi tierra querida.
Se hace hermana preferida
del nativo payador,
que la entona, con amor
expresando en sus diez versos,
sus angustias, sus esfuerzos,
su alegría y su dolor.

Gracias, ¡Gracias don Vicente!
Hoy traigo llenas las manos,
de las flores de mis llanos,
desde el sur del continente.
Vengo a dejar en su frente
mi décima sin espina,
mi presencia campesina
y al pie de tu monumento,
el alma y el sentimiento
de una mujer argentina.


Dios te salve m'hijo


El pueblito estaba lleno,
de personas forasteras,
los caudillos desplegaban
lo más rudo de su acción,
arengando a los paisanos,
de ganar las elecciones
por la plata, por la tumba,
por el voto o el facón.

Y al instante que cruzaban
desfilando los contrarios
un paisano gritó ¡viva!
y al caudillo mencionó;
y los otros respondieron,
sepultando sus puñales
en el cuerpo valeroso
del paisano que gritó.

Un viejito lentamente,
se quitó el sombrero negro;
estiró las piernas tibias
del paisano que cayó,
lo besó con toda su alma,
puso un cristo entre sus dedos
y goteando lagrimones,
entre dientes murmuró:

"Pobre m'hijo quién diría
que por noble y por valiente
pagaría con su vida
el sostén de una opinión,
por no hacerme caso, m'hijo:
se lo dije tantas veces...
no haga juicio a los discursos
del Doctor ni del patrón.

Hace frío, ¿verdad, m'hijo?
(ya se está poniendo duro)
tápese con este poncho
y pa' siempre yebelo;
es el mesmo poncho pampa,
que en su cuna cuando chico
muchas veces, hijo mío...
muchas veces lo tapó.

Yo, viá dir al campo santo,
y a la par de su agüelita,
con su daga y con mis uñas
una fosa voy a abrir,
y, a su pobre madrecita,
a su pobre madrecita,
le diré que usted se ha ido...
que muy pronto va a venir.

A las doce de la noche,
llegó el viejo a su ranchito
y con mucho disimulo
a su vieja acarició:
y le dijo tiernamente:
su cachorro se ha ido lejos,
se arregló con una tropa;
¡le di el poncho y me besó!

Y aura vieja por las dudas,
como el viaje es algo largo
priéndale unas cuantas velas,
por si acaso nada más,
arrodiyesé y le reza...
pa' que Dios no lo abandone...
y suplique por las almas...
que precisan luz y paz.

El sacador de papas

Una cincha de alpillera
bien prendida a la cintura,
una máquina que apura
y una gaviota que espera;
descanso en la cabecera
se ventaja en el tirón,
el molesto picotón
de una hormiga colorada
y está la melga empezada
el aumento del montón.

Trago de agua a la pasada
que el sudor va reponiendo,
maleta que se va haciendo
cada tranco más pesada.
Sol que tarda en la bajada
de algún cerro en su perfil,
un Balcarce y un Tandil,
Mar del Plata y Santa Fe,
La Dionisia, Mechongué,
febrero, marzo y abril.

Remolino del rastrojo
que va empolvando la cara,
y una sola parte clara
que es la del blanco del ojo.
Chamico, quinoa y abrojo
le bandea la alpargata,
repartija de la plata
cuando arregla el cabecilla
y alegría en la cuadrilla
cuando acaba la contrata.

Sacador del campamento
que sobre el suelo tendés,
y en la rodilla ponés
el plato de tu sustento;
rival del sol y del viento
que ante el surco no se arrolla;
pa vos mi décima criolla
y esa papa que sacás:
que no te falte jamás
cuando hay que echarle a la olla.

Guitarra pampa

Ven a mis brazos, guitarra,
que tu acento me estremece;
porque en tus cuerdas florece
una leyenda bizarra.
El hoy casi historias narra
el eco de tu concierto,
parece que el tiempo muerto
en tu voz resucitara,
y que en tu caja dentrara
toda el alma del desierto.

A través de tu sonido
miro la mansa laguna,
donde la cante y la luna
su fulgor ha humedecido.
El noctámbulo graznido
oigo del ñacurutú,
veo correr al ñandú
por un paisaje sublime,
y escucho el viento que gime
en las ramas del ombú.

El horizonte salvaje
de la llanura infinita,
profundamente palpita
en tu lírico cordaje,
y si lleno de coraje
su vuelo armonioso toma
diviso al malón que asoma
por el virgen pajonal
y al indómito bagual
disparando por la loma.

En el llano y en la cuesta,
en el valle y la montaña;
alentaste en las campañas
de las más gloriosas gestas.
Fuiste canto de protesta
de mi raza en cautiverio;
por eso duró el imperio
de tu legendaria estampa,
eres reina de la pampa
y nube de su misterio.

Mi hijo el refinao

Hoy llega mi gurisito
desandando la distancia,
y estoy sofrenando el ansia
de alzar mi dicha en un grito.
No hay que hacerle, estaba escrito,
que le'iba a doler la ausencia;
y engavillando esperencia,
se habrá dao cuenta ¡de'juro!
que no hay trillo más seguro
que el trillo de la querencia.

Un año en Montivideo,
lo habrá transformao sin duda,
cambiando su lengua ruda
por el mas fino proseo.
Bien hablao, ¡ya me lo veo
ligar chinas onde cuadre!
Pa mejor es como el padre,
seco en la cuestión "mujer",
¡Tá clavao no puede haber
hijo'e perro que no ladre!

Aquí conservo la esquela
que le remitió a su Tata,
solicitándole plata
pa comprarse una vigüela.
Y aunque a gatas fue a la escuela,
si tiene afición y apego;
yo carculo que el borrego
me va a salir buen cantor:
guitarrero y payador,
igual que Julio Gallego.
------------------------------
¡¡¡guau guau guau guau!!!
...............................

¡Ay! si el cuzco no me engaña
ya mi muchacho ha llegao,
pero... si vendrá cambiao
que el "Jeta Negra" lo extraña.
-"¡M'hijito!¡Dicha tamaña
de los ojos que te ven!...
Aunque mirándote bien,
tan extravagante estás,
que por poco soy capaz
de ladrarte yo también".

-"¡Callao, stop, father, please,
que el sport me sienta cumbre
y hay que imponer la costumbre,
del plan "Juventud Feliz".
-"Ta bien, se ve que venís,
afiladazo del centro,
y aunque algo raro te encuentro
no critico tu pilchaje,
que al gaucho no lo hace el traje
sino lo que tiene adentro...

¿Y?, ¿Te fue bien?".-"¡Okay, papi!
Te diré que soy un hit
cantando en el grupo beat,
más vip que hay en la capi!
-"¡Jué pucha!hace falta un lapi
la libreta y goma;
pa ver si tu padre toma,
apunte de ese palabreo,
porque a vos Monti-video
te ha dao vuelta
hasta la idioma!"

-"¿Te has comprao el instrumento?"
-"Fui father, yes, hace rato,
¡Mirame en este retrato
tocando en un casamiento!"
- "Dejame ver un momento...,
¡Pero esta lira es cuadrada!
No tiene boca ni nada
y en vez de un gaucho cantor,
parecés un planchador
con la herramienta enchuflada!".

-"Father, Usted no carbura,
mi guitarra es electrónica,
porque yo imprimo la tónica
que la juventud procura".
-"Respondeme, ¡caradura!,
si aquí no hay más que una vela,
¿dónde enchuflas la vigüela
pa hacerme oir los cantares,
del Indio Juan Carlos Bares
y de Wencesalo Varela?

-"Yo no cultivo el gauchesco,
yo canto música beat,
que es la que está en el cenit
con un brillo gigantesco...
-"No m'hijo, yo no merezco
que usted me salga sanguango,
y use un guitarrón guarango
que parece por lo fiero,
la pala de un panadero:
poca tabla y puro mango!".

-"Father, porqué despotrica,
¡tampoco yo lo merezco!
mi canto es virgen y es fresco,
burbuja azul que salpica,
la música de hoy, implica,
más espíritu que idea;
y aunque usted diga que es fea
que lo tiene facto putre,
nuestra inspiración se nutre
de aquello que nos rodea"...

Los muchachos de éstos días,
los de la era vigente,
vamos al club simplemente
porque ya no hay pulperías.
ni vitroles ni tranvías,
son del tiempo de nosotros,
y usamos en vez de potros,
motonetas relucientes.
¡Ya ve somos diferentes
porque los tiempos son otros!

-"¿Sabés que tenés razón?"
-"No sabe cuánto me alegra,
que respalde a quien integra
a la nueva generación.
La paternal comprensión
es imprescindible aun hoy.
Puesto que la nueva hola
se compone de esa gente,
que arma un bochinche imponente
porque se siente muy sola".

Y ustedes que han sido y son,
fanáticos de otra era,
nos miran solo por fuera
sin vernos el corazón...
-"¿Sabés que tenés razón?"
-"¡Claro que la tengo y mucha
pues pretende nuestra lucha
desgarrar antiguas redes,
y cantamos para ustedes
pero no se nos escucha!"...

No quiera usted desoir,
la magia de esas canciones,
que son manifestaciones
de una forma de sentir.
Una cosa es porvenir
y otra cosa es tradición,
y la actual generación
con armas de otro calibre,
tiene derecho a ser libre..."
-"¿Sabés que tenés razón?..."

...Pero con razón y todo
tenés aquí mi guitarra,
que todo aquél que la agarra
debe cantar a mi modo.
Desculpá si te incomodo
poniéndola en tus brazos,
y pa que afirmés los pasos
y el oido se te componga,
me tocás una milonga
o te deslomo a guascazos!".

Nicolás no quiere más


Con los gallos mañaneros,
la mayor de los Gómez,
escofinó a piedra pómez
sus talones chacareros.
Puso en sus crenchas ruleros
de diferentes tamaños,
saldó una deuda de baños
con lo que andaba morosa
y afrontó muy buena moza
su fiesta de quince años.

Exquisito almuerzo criollo
con los vecinos del pago,
y un halago y otro halago.
como un pial con todo el rollo.
Fué desbordando el arroyo
de paisanos satisfechos
que tal vez más por estrechos
que por judas y por chuzcos,
trajeron hasta los cuzcos
pa' aprovechar los requechos.

Cayó el turco Nicolás,
vendedor de baratijas:
-"Beine, bendiente, sortija,
berfume, lienzo y matrá"...
Teniendo eso y mucho más
no se animó a ofrecer nada
pues halló a la paisanada
dándole el tajo primero,
a un soberbio asao con cuero
de vaquillona chorriada.

Fué servido Nicolás
y vaciló entre asco y hambre,
viendo el mechón de pelambre
que no había probao jamás,
sin mirar a los demás
pa' comer del justo modo
lo que mereció su apodo
de 'socotroco beludo'
mascó y tragó cómo pudo,
carne cuero pelo y todo.

El patrón pa' todo el mundo
tendió los brazos abiertos
logrando que los cubiertos
descansaran un segundo,
pidió un aplauso rotundo
de manos pero de pie,
que sonó de buena fé
ponderando al asador,
y el turco lleno de horror
se preguntaba ¿porqué?...

Después de los prolongaos
diálogos de sobremesa
llenos de historia y promesa
de muchos otros asaos,
vio partir los convidaos
que satisfecho el carrillo,
fueron emprendiendo el trillo
de sus respectivos ranchos,
a esa hora en que los chanchos
reclaman el afrechillo.

Por la noche fué invitado
pa' cenar y pa' dormir
después de algún elixir
con pitangas o guindados,
Nicolás ilusionado
con un menú más diverso,
tuvo que hacer un esfuerzo
por disimular su pena,
cuando vio servir la cena
con sobrantes del almuerzo.

-"Turco no quierer manjar
que ya morder medio día,
turco breferir vacía
blato en mesa familiar.
Turco dormir sin cenar,
turco bartir bara el alba,
turco dientadura salva
del duro comida buerca,
y ¡ojalá vecino cerca
tiener vaquillona calva!".

Chevroleteando


Aura que soy del poblao,
dónde no hay zanjas ni barro,
vendí la yegua y el carro
pa comprarme un auto usao.
Lo blando del tapizao
me desconcertó bastante
y acostumbrao al pescante,
la martinica y las riendas;
soporté dudas tremendas
con los cambios y el volante.

Pero igual mostré la garra
y en lo que chifla un chingolo
lo aprendí a lidiar yo sólo
cómo aprendí la guitarra.
Tratando de no hacer farra
lo monté lo más tranquilo
diciendo si agarro el hilo
del secreto del chofer,
calculo que esto va a ser
cómo cantar un estilo.

Cuando tantié la palanca
dejándolo en punto muerto
pensé, voy a ver si advierto
cual es el botón que arranca.
Le hundí una perilla blanca
y al rugir cómo una fiera
dije: -" acerté de primera!"
pero lo que había prendido
fué el radio, que metía ruido
de música nueva olera.

Después toqué el clavijero
del medidor de bencina
los faroles, la bocina,
la escobilla y el yesquero
y todito aquel tablero
de teclas al por mayor,
nervioso y de mal humor;
toqué tantas que al final
no pude saber con cual
hice arrancar el motor.

El radio anunció un conjunto
con la zamba "La Engañera"
y al sentir gritar: -"¡Primera!"
puse el cambio en ese punto.
Como llevando un difunto
salí con pasó de entierro
y escuchando cómo el perro
con la atención más profunda
cuando dijeron: -"segunda!"
les obedecí en el fierro.

Ladiándole el bulto al centro,
rumbié pal lao del estadio
y al bastonero del radio
le dió por gritar: -"Adentro!",
yo iba a marchar al encuentro
del portón a rienda suelta
cuando aquella voz resuelta
quiso evitar el desorden
acaté la contraorden
cuando me dijo: "¡Otra vuelta!"...

Fui a doblar a la derecha
pero aquel mandón porfiao
por gritarme: -¡"Al otro lao!",
me zambulló contra flecha.
Como la calle era estrecha
vi que la cosa era brava
porqué un camión se acercaba
tremendamente veloz
y alcancé a escuchar la voz
advirtiéndome: -"¡Se acaba!".

Un golpe ensordecedor
tronó en los carrocerajes
y una lluvia de engranajes
fué cayendo alrededor,
al juntarse el radiador
con el asiento de atrás
se salvó el radio nomás,
que marchando lo más bien,
le preguntó a no se quién:
-"Engañera, ¿pa' onde vas?"


martes, 9 de noviembre de 2010

Mi crédito

Hace años, supe tener
entablao en la tropilla
un alazán gargantilla
como una luz pa correr.
Si es cosa de no creer
lo que este criollo relata,
pero me dio cada pata
bastante moneda ajena
que hoy tendría una bolsa llena
si hubiera cuidao la plata.

Los pagos que he recorrido
no viá poder recordar
pues no hay rincón ni lugar
donde no haya andao metido.
Siempre respetuoso he sido
y en las carreras que hacía
barajando picardía
con mi atención y mi afán
al parejero alazán
yo mismo me lo corría.

Una vez que de vicioso
a las carreras llegué
un mozo en un pangaré
me desafió receloso.
Lo ví que era cosquilloso,
callado y conocedor,
condición de jugador
que resaltaba en el hombre,
pero allí perdió hasta el nombre
y yo enllené el tirador.

Corrí y gané en Baradero,
y pal tiempo de la esquila
allá en los pagos de Pila
me topé con un overo.
Gané al fiador, y el reyero
me lo quiso embarullar,
pero lo dentré a apurar
y aunque la saqué barata
pa juntarme con la plata
casi tuve que peliar.

De Magdalena a un costao
fuí con una novillada
pa unos campos de invernada
que el patrón había arrendao.
Ya me habían anoticiao
que el gauchaje bien lujoso
a la cancha, muy dichoso,
caiba domingo a domingo
y allá rumbié con mi pingo
como quien va de curioso.

Entre un regular gentío
el dueño de un malacara
me dijo en forma bien clara
que quería correrle al mío.
Y aceptao el desafío
como el correr me divierte
en una partida fuerte
pude taniarle el caballo,
y vide que no era gallo
pa discutirme la suerte.

Le dí punta hasta el cuadril
pa que el hombre me soltara
y el caballo malacara
se apagó como un candil.
Como tiro de fusil
mi alazán, pingo de laya,
sin acusar ni una faya
y atrayendo las miradas
ganó de orejas paradas
corriendo de raya a raya.

Me acuerdo de una carrera
que le hice "puesta" a un oscuro,
pero esa vuelta, le juro,
me hicieron temblar la pera.
En las paradas de afuera
me jugué todito el resto,
yo muy confiao por supuestos
sabiendo lo que tenía,
pero si pierdo ese día
me dejaban con lo puesto.

Podía seguirles contando
de algunas "depositadas"
pero con tantas ganadas
creerán que estoy bolaciando.
Tal vez algunos dudando
pensarán que me he bandiao,
y aunque ya el tiempo ha pasao
pa afirmar lo que les digo
hay más de uno de testigo
que por suerte no es finao.

Nunca salió de mis manos
ni tentao por plata alguna
pues fué la mayor fortuna
que lucí entre los paisanos.
Los sentimientos humanos
tranquean por lo parejo,
y han de saber, de reflejo,
que mi alazán parejero
suelto en el mejor potrero
sosegao murió de viejo.